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Yo soy un inmigrante. También soy descendiente de los esclavos traídos del África Occidental en el siglo XIX. Como miembro de ambos grupos, comparto una herencia común a la de muchos en Norte América.

He sentido tanto el dolor como la alegría que provienen de entender las historias de mi pasado y reflexionar sobre cómo estas realidades afectan mi presente. Hay mucho que lamentar, pero también mucho que celebrar.

En mi caso, mis historias particulares me llevaron a la Iglesia Cristiana Reformada. Las historias incluyen una infinidad de individuos que dejaron sus propias zonas de confort para seguir la voluntad de Dios y contar las buenas nuevas de Dios. Una de estas historias es la de un joven evangelista afroamericano que se convirtió en misionero en mi país de origen, Guyana. Otra de las historias es la de una joven familia quienes eran miembros de una Iglesia Cristiana Reformada local en Nueva Jersey y quienes tendieron sus manos a sus vecinos con amor, compartieron una comida, compartieron a Cristo y ofrecieron cuidar de los niños.

Estoy seguro que muchos de nosotros tenemos historias similares. Algunas de nuestras historias son dolorosas; otras nos ayudaron a superar el dolor. Cuando reflexionamos sobre las experiencias de nuestras vidas, a menudo queda claro que Dios tenía un plan más grande en mente. De hecho, reconocemos que en todas las cosas Dios es capaz de hacer Su voluntad a través de nosotros, para lograr la plenitud del reino de Dios. Romanos 8:28 lo expresa mejor: "Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito."

En esta época de incertidumbre y crisis, esta época en la que es fácil dar lugar al miedo, recuerdo que a menudo es en justo estos tiempos difíciles donde Dios nos da oportunidades para demostrar la realidad del reino de Dios y nos muestra que Dios sigue estando con nosotros en medio de nuestras circunstancias.

En esta edición, reflexionamos sobre las historias de los inmigrantes y sobre cómo el reino de Dios nos incluye a todos. Dios nos recuerda continuamente que cuidemos y amemos al inmigrante presente entre nosotros. Al hacerlo, demostramos nuestro amor por Cristo.

Que Dios continúe dándonos oportunidades para amar tangiblemente a nuestros vecinos, incluyendo a los inmigrantes y a aquellos que no pueden valerse por sí mismos, especialmente en esta época.

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