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Cada generación tiene sus momentos históricos formativos: COVID-19, por ejemplo, o el 11-S, la guerra de Vietnam, los asesinatos de John F. Kennedy y Martin Luther King Jr. o la Segunda Guerra Mundial. Acontecimientos como estos moldean la psique de una generación y afectan las distintas cosmovisiones.

A menudo me pregunto qué acontecimientos y experiencias están moldeando la fe de los jóvenes adultos de hoy. ¿El auge y caída de las mega iglesias y los pastores famosos? ¿La gran migración de creyentes del sur al norte? ¿La deserción en la iglesia en Occidente? ¿La fragmentación de las congregaciones y denominaciones norteamericanas en torno a cuestiones culturales?

Sin duda, es una época confusa. Me hace recordar el capítulo final de Eclesiastés, donde el Maestro dice: "Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes de que lleguen los días malos... antes de que se rompa el cordón de plata y se quiebre la vasija de oro," (Ecl. 12:1, 6). ¿Cómo estamos contribuyendo a que se quiebren las vasijas de oro y se rompan los cordones de plata de nuestros jóvenes adultos?

Aunque cada generación tiene sus propios retos, estoy agradecido porque Dios levanta continuamente a jóvenes fieles para que sean testigos en su mundo. Durante mis años de servicio en Haití con Resonate Global Mission, tuve el privilegio de animar y orientar a muchos jóvenes, varios de los cuales se estaban preparando para el ministerio.

Nunca olvidaré a Caleb, un joven que dirigía el ministerio juvenil en una iglesia de Puerto Príncipe. Caleb era incansable. Además de su ministerio, trabajaba para mantener a su madre y a su hermana, e iba a la universidad por las tardes. Caleb era increíblemente positivo, incluso a pesar de enfrentarse a adversidades casi constantes. Su amor por la oración, la adoración y las Escrituras era contagioso. Caleb estaba sentado en clase la tarde del 12 de enero de 2010, cuando se convirtió en uno de los incontables miles de estudiantes que murieron en el terremoto de Haití. Mientras escribo estas palabras unos días antes del 14º aniversario del terremoto, sigo agradecido por la vida de Caleb y por los muchos "Caleb" que Dios está levantando.

Como denominación, nos hemos comprometido a "escuchar las voces de cada generación, moldeándonos juntos para el ministerio". Este, el tercer hito del Plan Ministerial Travesía 2025, consiste de prestar atención a las voces de cada generación, especialmente de nuestros jóvenes. Las generaciones mayores tienen la tentación constante de ignorar las voces de los más jóvenes.

Pero no basta con escuchar. Las voces de nuestros jóvenes también tienen que moldearnos como comunidad de fe. Como una lija sobre madera, el Espíritu Santo utiliza las voces de los jóvenes para moldear la comunidad cristiana en una forma útil para la misión de Dios en su hermoso y herido mundo. Sin esas voces, las articulaciones de la Iglesia no encajarán para apoyar su misión.

En estas páginas de Nuestro Ministerio Compartido, conocerá historias desafiantes e inspiradoras de jóvenes adultos que sirven valientemente a Dios y a su mundo. Mientras lee las historias, preste atención a cómo Dios los está preparando. Nuestros jóvenes adultos han vivido muchas cosas dentro de nuestras iglesias y sociedades. Dé gracias por ellos y deje que moldeen su propia fe.

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