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Permítanme contarles una historia. Recientemente, un miembro de la iglesia Cristiana Reformada de Thorold, Ontario, sintió el llamado para ministrar a los internos en una prisión local. Él conoció a un hombre que se sentía atrapado. Había leído su Biblia, pero sólo unas cuantas páginas a la vez. Y simplemente no le pareció convincente.

Luego le fue dado al miembro de la ICR algunos materiales producidos por el Comité de Ministerios al Aborigen, los cuales él entregó al interno. Los materiales ayudaron a proveer un puente entre la cultura Cristiana e Indígena. Cuando el interno se involucró con estos materiales, le tocó un punto sensible. Repentinamente, el mensaje del evangelio tuvo sentido. El hombre empezó a leer su Biblia más, y hacía preguntas. Fue un momento en que una oveja errante estaba siendo bienvenida de nuevo al redil del Pastor. Abrió puertas para ese preso a lo que Pedro describía como “perfeccionándose” uno mismo para crecer a la semejanza de Cristo (2 Ped.3:14; Mat.5:48). Eso es discipulado.

Con frecuencia pensamos del discipulado como una actividad entre un individuo y Dios, o posiblemente entre dos personas, uno “discipulando” al otro. ¿Pero puede toda una iglesia, clase o aún una denominación “hacer” discipulado? Yo creo que la respuesta es un rotundo “sí”.

Consideren este ejemplo de la Biblia. Pedro, Santiago y Juan fueron llamados a dejar sus carreras para seguir a Cristo. Durante años ellos observaron a su maestro, Jesús, aprendiendo, pensando y meditando en las enseñanzas de Jesús. Al concentrarse en Jesús y no en ellos mismos, entendieron que todo lo que recibían de Jesús los estaba formando para el liderazgo, juntos, en cualquier versión del reino que Jesús estaba trayendo.

¡Qué diferente parece esto del mundo en que vivimos! El pastor americano Tim Keller, teólogo y apologista cristiano, ha descrito nuestra era presente de este modo: “La búsqueda individual por una expresión y realización autónoma es el valor impulsor. En otras palabras, la cultura dominante que se extiende hacia todos nosotros es enfocarnos en nosotros mismos”.

Este deseo de enfocarnos en nosotros puede permearse en nuestra iglesia. Piense en su iglesia y hágase una de estas preguntas ilustrativas.

  • Cuando piensa acerca de reuniones del consejo, reuniones congregacionales o grupos pequeños, ¿cuánto tiempo se dedica a los “negocios” internos en vez del culto corporativo centrado en Dios, la oración y discernimiento espiritual?
  • ¿Está el ministerio de su iglesia conectado tanto con los esfuerzos del ministerio nacional e internacional (como el Centre for Public Dialogue, Back to God Ministries International, Resonate Global Mission y World Renew) como lo está con su propio entorno local?
  • ¿Qué porción del presupuesto de su iglesia se dedica a los asuntos internos de la congregación en comparación con la ayuda comunitaria y el evangelismo?

Hago estas preguntas para que todos podamos considerar las posturas Cristo-céntricas apropiadas de discipulado corporativo.

Con esto en mente, estoy muy complacido con la reorientación descrita en nuestro plan de ministerio compartido, Nuestra Travesía 2020. La segunda mayor meta de ese plan afirma este futuro deseado: “Nuestras iglesias serán comunidades vibrantes que irradien gracia. Mientras que predicamos, enseñamos y vivimos el evangelio dentro y más allá de nuestras paredes, nutrimos a la gente de todas las generaciones a medida que crecen a la semejanza de Cristo Jesús”. Eso es un enfoque hacia afuera, ¡otra meta centrada!

Los ministerios y agencias de la denominación han cambiado su postura para permitir el apoyo de congregaciones locales a medida que viven esta visión. Espero con ansias ver cómo Dios nos usará—como congregaciones, clases y toda una denominación—para seguir promoviendo el discipulado juntos.

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