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La iglesia debe extender su mano con amor y compasión

El Sínodo 2023 confirmó el estatus confesional de la interpretación del sexo homosexual como no casto, buscando el acuerdo de todas las iglesias de la ICR, sus oficiales y miembros. El Sínodo también instó a las iglesias a "ser lugares de pertenencia para los miembros LGBTQ+ que buscan seguir a Cristo" e instruyó a las iglesias a "mostrar amor a todos los grupos de personas, incluidos nuestros miembros y vecinos LGBTQ+".

En relación con esto, recordé lo que el informe sinodal del 2002 publicó sobre "Atención pastoral a miembros homosexuales" hace más de 20 años refiriéndose al ministerio de la compasión (extraído de Agenda del Sínodo 2002, pp. 326-7):

En primer lugar, la Iglesia debe recordar que el Evangelio, y no la ley, tiene el poder de redimir nuestras vidas y hacernos íntegros. Decir no, no es suficiente. La Iglesia debe extender su mano con amor y compasión, creando una comunidad de honestidad, atención y apoyo mutuo.

El ministerio cristiano comienza con la compasión. Así como Jesús se conmovió por el clamor del ciego en el camino a Jericó, por la viuda que seguía el cuerpo de su hijo, ... así también nosotros debemos conmovernos primero en nuestros sentimientos más profundos por aquellos que luchan con atracciones hacia el mismo sexo.

La compasión es lo que sentimos cuando estamos en contacto con el dolor de los demás, aunque su situación sea muy distinta a la que hemos experimentado. La compasión nace de la imaginación, de la capacidad de ponernos en la situación del otro y entender cómo se siente. Sólo cuando conocemos nuestro propio quebranto, nuestro propio dolor y nuestras propias tentaciones podemos empezar a identificarnos con los demás y sentir compasión. Esa compasión es la fuerza que motiva el ministerio. Nos mueve a extender la mano y hacer lo que podemos. También ayuda a superar su vergüenza, la vergüenza que no merecen.

El ministerio de la compasión trata de incorporar plenamente a las personas que sienten atracción por el mismo sexo en el cuerpo y la vida de la iglesia, satisfaciendo su necesidad de comunidad, de intimidad, de unidad con los demás y de servir al Señor. ... (Lo que todos necesitamos es) amar y ser amados, conocer y ser conocidos, sentir que valemos la pena.

Un ministerio compasivo empieza por romper el tabú. El amor y la compasión nos ayudarán a superar nuestra aprensión hacia la atracción por personas del mismo sexo o hacia las personas que experimentan la sexualidad de esta manera. No tenemos que taparnos los oídos ni apartar la vista. Debemos derribar la conspiración del silencio y los muros de separación, que transmiten juicio, alienación, exclusión y desesperanza a nuestros hermanos y hermanas en Cristo y a quienes, fuera de Cristo, han sido excluidos de la Iglesia.

Debemos orar por todos los que luchan con tentaciones sexuales, algunos con atracción hacia personas del mismo sexo, otros hacia personas que no son sus cónyuges, y otros con profundos y oscuros secretos sobre su sexualidad y sus comportamientos sexuales. Debemos hablar de quiénes somos en Cristo y de cómo el hecho de ser hombre o mujer, blanco o negro, cubano o americano, homosexual o heterosexual dice poco sobre quiénes realmente somos. Debemos sobrellevar la carga de los demás, apoyarnos mutuamente en la vida cristiana, esforzarnos por vivir en obediencia santa, darnos esperanza unos a otros y buscar la sanidad de todas nuestras deficiencias.

Cuando hagamos estas cosas, nos encontraremos con nuestro Señor, porque Él ha dicho: todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí

Que esta postura de ministerio compasivo ayude también a superar las divisiones entre nosotros.

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