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La culpa y el reproche no vienen al caso cuando se trata de discernir quién tiene la responsabilidad de reconciliar y sanar.

Como cristianos, nuestro caminar en la fe siempre se produce en un lugar y un contexto específicos. En Canadá, este camino implica reconocer el doloroso legado de las relaciones indígenas y aceptar el llamado a la reconciliación. Este llamado no consiste en culpar a nadie, sino en reconocer nuestra responsabilidad compartida de sanar y restaurar.

Una de mis primeras participaciones importantes en la reconciliación indígena tuvo lugar cuando era pastor en Thunder Bay, Ontario. Las iglesias cristianas reformadas habían sido invitadas a participar en una gira de arte indígena llamada "Kisemanito Pakitinasuwin / El Sacrificio del Creador". Tuve la oportunidad de formar parte de un comité organizador para preparar la participación de nuestra congregación en el evento. Formamos intencionadamente un comité que incluía a dirigentes de la ICR y a líderes indígenas cristianos locales, lo que suscitó importantes conversaciones sobre la culpa, la responsabilidad y la reconciliación.

Muchas de estas conversaciones giraron en torno a la cuestión de si es necesario pedir perdón por acciones que no hemos cometido personalmente. Descubrimos que esta pregunta, aunque válida, no era la más útil para discernir nuestro papel como iglesia en la Canadá actual.

Es similar a las experiencias dentro de una familia. Soportamos las cargas de los demás todo el tiempo; el hecho de que yo no haya causado daño personalmente no significa que les diga a los miembros de mi familia que no quiero tener nada que ver con su tristeza, su quebranto, su dolor o su sanación. Como miembro de nuestra familia, tengo la responsabilidad de estar presente con ellos en su dolor, y tengo la responsabilidad de buscar la justicia y la integridad con ellos.

La culpa y el reproche no vienen al caso cuando se trata de discernir quién tiene la responsabilidad de reconciliar y sanar. El evangelio de Jesucristo señala que la responsabilidad de la reconciliación es diferente a admitir la culpa personal. Jesús era inocente y, sin embargo, asumió la reconciliación.

De forma similar, nuestras iglesias tienen una responsabilidad en Canadá (y en todo el mundo) que trasciende las líneas denominacionales. Ser una iglesia que forma parte del tejido de nuestra sociedad canadiense significa cargar con el daño colectivo que causaron nuestros hermanos y hermanas en Cristo y cargar con la responsabilidad colectiva de la sanación y la reconciliación. No se trata sólo de ser la Iglesia Cristiana Reformada; se trata de ser parte de la iglesia universal.

Todos nosotros tenemos también la responsabilidad, como individuos, de ser agentes de reconciliación, animando a las personas que están lejos de Dios a reconciliarse con él por medio de Cristo, y llevando la reconciliación y la sanación a las relaciones de una manera que refleje nuestra propia reconciliación con Dios en Cristo.

Todos nosotros tenemos también la responsabilidad, como individuos, de ser agentes de reconciliación, animando a las personas que están lejos de Dios a reconciliarse con él por medio de Cristo, y llevando la reconciliación y la sanación a las relaciones de una manera que refleje nuestra propia reconciliación con Dios en Cristo.

En las otras páginas de Nuestro Ministerio Compartido de este boletín, verán algunas de las formas en que hemos estado viviendo este compromiso. Todas ellas son fundamentales para nuestro testimonio público como iglesia. En particular, me gustaría destacar Hearts Exchanged, una oportunidad de aprendizaje en la que han participado muchos miembros de la ICR de toda Canadá. Está bien valorada no sólo dentro de nuestras congregaciones, sino también en círculos más amplios. Una versión de la misma incluso se está utilizando como un curso de crédito en el Seminario Teológico Calvin. Si usted es canadiense y aún no ha oído hablar de Hearts Exchanged, ¡ahora es un buen momento para participar! He visto iglesias que han experimentado una transformación al preguntarse qué significa la reconciliación para ellas como comunidad.

La ICR tiene la reputación de asumir la responsabilidad de fomentar la justicia y la integridad no sólo en nuestras iglesias, sino también en nuestras comunidades. Espero que esta reputación, unida a la acción, siga dando frutos.

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