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Parece haber una creencia demasiado confiada en que las posiciones doctrinales correctas por sí solas nos llevarán a amar a la gente correctamente.

La polarización no es un problema nuevo. Buscando explorar el tema, The Banner ha completado una serie de artículos y ahora está comenzando otra serie. En esa primera serie "Controversias pasadas, perspectivas presentes", que comenzó el otoño pasado, Will Katerberg, un profesor de historia y el encargado de Heritage Hall de la Universidad Calvin, exploró algunos de los conflictos pasados de la Iglesia Cristiana Reformada. (La mayoría de esos artículos están en línea; dos de ellos se imprimieron en octubre de 2021 y enero de 2022). Ahora nos estamos trasladando al presente con nuestra nueva serie, "Buscando el shalom en medio de la polarización". El primero artículo de esta serie es "Nuestro mundo polarizado actual", de Daniel Harrell (p. 32). En efecto, examinamos cómo afrontamos los asuntos polarizantes en el pasado, y ahora buscamos sabiduría para afrontar nuestro mundo polarizado en la actualidad.

Al leer los estudios históricos de Katerberg, me preguntaba si en la ICR hemos sido culpables de considerar los problemas—al menos inicialmente—de forma principalmente intelectual o abstracta. Al parecer, tenemos la tendencia de abordar los asuntos principalmente como problemas intelectuales por resolver, aun cuando se trata de personas reales y complejas que necesitan ser amadas. Desde cuestiones sobre el bautismo de niños adoptados hasta el manejo del divorcio, veo un patrón de falta de humildad y de falta de curiosidad por escuchar y entrar a las experiencias de las personas que se encontraron en el punto de mira de esos asuntos.

No digo que debamos dejar el análisis intelectual. Pero parece haber una creencia demasiado confiada en que las posiciones doctrinales correctas por sí solas nos llevarán a amar a la gente correctamente. La historia de nuestra denominación demuestra que simplemente no funciona así. El pensamiento correcto es necesario, pero no es el único factor necesario para ayudar a la gente. También necesitamos empatía, compasión y bondad, entre otras cosas. No existe una línea recta entre las respuestas correctas y la solución de los problemas de la gente. Las personas de la vida real y sus vidas son más complejas que los rompecabezas abstractos.

El teólogo Soong-Chan Rah utilizó tostadoras y gatos para ilustrar la diferencia entre sistemas simples y complejos (Many Colors, p.191). No es lo mismo arreglar un problema con su tostadora que arreglar un problema con su gato. Los gatos son más complejos que las tostadoras. Requieren algo más que un diagnóstico correcto y una solución mecánica. No puede simplemente desarmar a un gato para averiguar qué le pasa. Antes que nada, es posible que tenga que aliviar el dolor del gato antes de siquiera poder empezar a averiguar la raíz de ese dolor. E incluso para lograr eso, primero tendrá que ganarse la confianza del gato. ¿Hemos sido culpables de abordar todas las cuestiones sociales o éticas como si fueran un problema tipo tostadora? ¿Seguimos cometiendo los mismos errores con las cuestiones polarizantes de la actualidad?

Desde la Ilustración europea, los occidentales han tendido a confiar excesivamente en la razón por sí sola para resolver todos los males sociales. Nuestra tradición reformada occidental no fue inmune a esa tendencia. Debemos equilibrar ese defecto cultural con otros enfoques.

Algunos de nosotros podríamos pensar que la historia de la ICR muestra concesiones graduales a las tendencias culturales. Tal vez. Pero en cuanto a algunos asuntos, me pregunto si nuestra evolución surgió más a raíz de una mayor comprensión de las complejidades de la vida real proveniente de un conocimiento cercano y verdadero de las personas afectadas. Algunos de estos cambios podrían haber sido simplemente diferentes enfoques pastorales sobre esos asuntos, y no diferentes posiciones intelectuales. Tal vez habíamos empezado a abordar algunos problemas como si fueran gatos en lugar de tostadoras.

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