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Si Jesús caminara hoy entre nosotros, sé que tendría una banca, o al menos un lugar de retiro.

Yo tengo una banca en un parque. Quizá usted también tenga una.

Mi banca está al final de un sendero boscoso en el parque Cascade Peace de Grand Rapids, Michigan. Está situada en un risco a unos 45 metros por encima de un pequeño arroyo balbuceante que desemboca en el río Grand a unos 400 metros de distancia. Alrededor de mi banca hay grandes arces y robles de un bosque maduro, lo que significa que hay poca maleza que obstruya la vista. Gamos, ciervas y ocasionales cervatillos deambulan por allí, sin miedo a los cazadores y sólo ocasionalmente asustados por un perro sin correa. Irónicamente, una placa en la banca indica que está dedicada a un compañero canino, pero otros visitantes han grabado sus propios mensajes en las tablas. Mi banca es mi retiro, y desde que regresé a Michigan desde Haití en 2017, ha sido testigo de muchas de mis luchas con Dios.

Si Jesús caminara hoy entre nosotros, sé que tendría una banca, o al menos un lugar de retiro. Durante su estancia entre nosotros, Jesús siempre buscó lugares apartados para estar en comunión con su Padre.

El ejemplo más impactante para mí se encuentra en Mateo 14:22-23. Estoy convencido de que la noche que Jesús pasó en esa montaña de Galilea fue una de las más oscuras de su vida, aparte de Getsemaní. Había sido rechazado por la gente de su pueblo en la sinagoga de Nazaret (13:53-58). Acababa de enterarse de la decapitación de su primo Juan el Bautista (14:1-12). Le acosaban y hostigaban las multitudes agitadas en busca de mensajes y milagros (14:13-21). Estaba cansado y probablemente desanimado. Lo que más necesitaba Jesús era tiempo para descansar y orar con su Padre. Necesitaba una buena banca en el parque.

Jesús no fue el único. Moisés, Elías, Pablo y muchos líderes bíblicos buscaron espacios de discernimiento, oración y comunión con Dios. En los siglos posteriores a Cristo, los primeros pastores, misioneros y obispos de la Iglesia acudían a lugares desiertos de oración y retiro, lo que acabó dando lugar a la fundación de los primeros monasterios. Muchos de esos lugares siguen existiendo.

La gente me pregunta a menudo cuáles son mis mayores anhelos y oraciones para la Iglesia Cristiana Reformada, sus líderes y miembros. Lo primero de mi lista es esto: que Dios abra nuestros corazones a la relación con Dios a través de la oración, el descanso, la reflexión, la escucha y el discernimiento. En nuestra cultura cambiante, donde no hay respuestas fáciles y una multitud de voces claman por nuestra atención y nuestro tiempo, lo que más necesitamos es sencillo. Es lo que siempre hemos necesitado: una banca en el parque, un lugar para estar en comunión con Dios, nuestro creador, nuestro salvador, nuestro sustentador. Dios anhela encontrarse con nosotros allí. Dios quiere bendecirnos abundantemente con lo que necesitamos para prosperar.

Que Dios le bendiga con su presencia, su paz y su descanso.

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