Algunos de los momentos más difíciles de mi infancia llegaron en la escuela secundaria, cuando tuve que pasar varios meses lejos de casa en un hospital pediátrico de Chicago. Allí me sometí a un tratamiento ortopédico experimental que requería una vigilancia constante. Lo más duro no era el dolor ni que me despertaran con pitidos, zumbidos y lecturas de la tensión arterial. Ni siquiera fue la comida del hospital (que, déjenme decirles, no era muy buena). Lo más duro era estar solo después que a mis padres se les terminaba el tiempo de visitas. Aunque el personal del hospital era amable y me apoyaba, extrañaba a mi familia.
¿No resulta interesante que los seres humanos, tanto los introvertidos como los extrovertidos, anhelemos estar con otras personas? Estar solo provoca miedo e inquietud. Estar con otros aporta valor, resiliencia y esperanza.
No es sorprendente que la Escritura invoque repetidamente la imagen de Dios estando con nosotros. En el Antiguo Testamento, Dios promete a Israel: “Haré de ustedes mi pueblo y yo seré su Dios” (Ex. 6:7). En medio del exilio y el sufrimiento, Dios reafirma este compromiso con Israel (Jer. 31:1; Ez. 37:23). En los versículos finales del Nuevo Testamento, una voz repite esta declaración a la iglesia vindicada de Cristo: “¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Ap. 21:3). Jesucristo es Dios con nosotros (Mt. 1:23; Is. 7:14).
Este mes, en “Our Shared Ministry” (nuestro ministerio compartido), leemos historias de personas que viven con discapacidades. Como todos nosotros, las personas con discapacidad desean sentir el testimonio que proporciona la comunidad. De hecho, la presencia de personas con discapacidad enriquece la comunidad cristiana, pues aprendemos a apreciar a Dios en los demás. En todas y cada una de las situaciones, somos mejores cuando estamos con Dios y con los demás de forma amable, solidaria y honesta. Tomando prestada una frase de las Escrituras, “Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado” (Sal. 95:7, NVI).
Este mes de junio, el sínodo de la Iglesia Cristiana Reformada de Norte América se reunirá en el campus de la Universidad Calvin de Grand Rapids, Michigan. Cuando los delegados del sínodo se reúnan para orar, adorar y deliberar, no estarán solos. Dios estará con ellos. El tema de oración y culto del Sínodo 2024 es, apropiadamente, “Dios con nosotros.” Los delegados sinodales necesitarán la presencia y la sabiduría de Dios cuando aborden asuntos tanto alegres como difíciles. Por favor, únanse a mí en oración para que la presencia misericordiosa de Dios acompañe a nuestros delegados mientras se reúnen, oran y discuten el trabajo de la iglesia.
En tiempos duros puede ser difícil recordarlo, pero “Dios con nosotros” conduce a una vida abundante. En su libro With: Reimagining the Way You Relate to God, el autor Skye Jethani escribe que la vida con Dios “empieza y termina con el amor. El amor de Dios nos lleva a atesorarle, y al atesorarle descubrimos la gozosa verdad de que Él también nos atesora. El amor es el principio y el fin, el origen y la culminación de nuestra relación con Dios. Y a lo largo del camino provoca asombro, ilumina descubrimientos y aviva la alegría.”
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Rev. Zachary King is the general secretary of the CRCNA. He is a member of Cascade Fellowship Christian Reformed Church in Grand Rapids, Mich.